Simon Johnson y James Robinson, ambos Premio Nobel de economía 2024, siempre han tenido una buena opinión sobre nuestros logros y la fortaleza de las instituciones chilenas, destacando que es el único país latinoaméricano con posibilidades reales de saltar al desarrollo. En una reciente intervención, Robinson planteó que el desafío de Chile es profundizar la inclusión, eliminando el favoritismo que es un tipo de trampa al desarrollo. “Hay un sentimiento oligárquico que debe cambiar y están en un momento crucial, porque los modelos de desarrollo que no evolucionan, fallan”, aseveró. 

 

Palabras que nos ofrecen esperanza, pero también que nos enfrenta a una discusión central que nuestro sistema político no logra abordar. Óscar Landerretche plantea que “estamos haciendo lo mínimo para que no se desfonde el país, pero no tenemos realmente una estrategia agresiva de desarrollo”. 

 

Frente a estos diagnósticos el World Development Report 2024 (Banco Mundial) da luces sobre cómo orientar los “cada vez más estrechos espacios de oportunidad” que tienen las 108 economías de ingresos medios para avanzar al desarrollo. El informe sugiere que hay que fomentar la entrada de actores más flexibles y competitivos y remover los obsoletos a través de una inversión extranjera combinada con ‘infusión tecnológica’ (y difusión a nivel doméstico) y la implementación de modelos empresariales exitosos. Como resultado, se impulsa un proceso de destrucción creativa (Schumpeter) fundamental para el crecimiento económico, en donde las innovaciones y los nuevos participantes desplazan productos, tecnologías y modelos de negocio obsoletos, liberando recursos mal asignados.

 

Este desafío implica también superar barreras estructurales internas -como las élites que buscan mantener el estatus quo, preservando sus posiciones en el mercado y la sociedad- y estar dispuestos a adaptar las políticas e instituciones a desafíos globales cambiantes.

 

Con un gasto en I+D de sólo 0,39% del PIB (2,5% en países desarrollados), las empresas locales necesitan estar expuestas y recibir transferencia de tecnologías y conocimientos internacionales, como ya lo hizo Chile en el cultivo de salmón con tecnología noruega y en la transición hacia energías renovables no convencionales. 

Según el Banco Mundial, para evitar que “los países de ingresos medios naveguen a ciegas hacia mares cada vez más tormentosos”, recomienda volverse eficientes en el uso del capital, mano de obra y energía, pero también recomienda sofisticar las métricas de medición, haciendo públicos datos que antes eran confidenciales. Se necesitará de una mayor libertad económica, más debates abiertos e informados y de algo que parece difícil, pero que es fundamental: El coraje político para cambiar instituciones obstinadas, destruir acuerdos obsoletos y lograr nuevos de largo plazo que nos encaminen hacia el progreso.

 

Mónica Retamal F.

Directora Ejecutiva de Kodea