El 2021 nos dejará un listado de reflexiones existenciales. Si bien no sabemos cuáles perdurarán es probable que las relacionadas con el exceso de horas de celular sean parte de la lista. Porque mientras las mentes más brillantes del planeta ya están practicando desconexión digital —sufriendo ansiedad o síntoma de hiperactividad por privación— el 90% de los usuarios no logra separarse a más de un metro del celular durante el día. Esta ‘necesidad’ por un objeto es algo nuevo para la humanidad y la convulsión por desbloquearlo sin motivo es un síntoma que ocurre entre 80 y 150 veces al día.

‘¿Cuántas veces lo cogemos para hacer algo útil y cuando lo soltamos media hora después no hemos hecho lo que íbamos a realizar? Es psicológicamente poderoso porque cambia no solo lo que hacemos, sino quiénes somos. Hacemos muchas cosas con el móvil, pero este también nos obliga a realizar muchas más’, destaca Guillermo Soriano, de WellnessbyWork. Mientras el ‘derecho a la desconexión digital’ suma adeptos en todo el mundo, las voces de advertencia sobre el proceso de deshumanización provocado por las pantallas suben de volumen, así como el promedio de uso semanal que en los chilenos pasó de 18 a 22 horas (Criteria).

Byung-Chul Han en su último libro, No-Cosas, subraya que el punto central de esta época es que ya no nos relacionamos con las cosas, sino con plataformas, likes, posteos y deseos digitales. Las cosas no se valoran por lo que son, sino por lo que significan, en un tipo de comunicación que borra al otro. Sumado a los problemas físicos, como pérdida de visión o la reciente whatsappitis (dolencia en pulgares y muñecas), María Eugenia Boestch, psicóloga clínica PUC, destaca los problemas de salud mental relacionados con el uso problemático de la tecnología (evasiva, adictiva, compulsiva, etc.). ‘Su uso ludopático impide el descanso, lo que junto al sedentarismo y encierro concomitantes, se asocian a trastornos del sueño, estados ansiosos y depresivos. Las redes sociales han provocado en adolescentes un aumento de suicidios y mayor prevalencia de trastornos de alimentación y autolesiones’.

Pese a ello se evidencia en los millennials una revalorización de las manualidades como el movimiento DIY (do it yourself) convertido en un fenómeno que aprovecha la cultura digital —que movió al planeta desde una producción de contenidos hipercentralizada hacia una de extrema descentralización— para adquirir nuevas habilidades como cocinar o tejer de la mano de algún influencer. Seguramente algunos de los que están leyendo esta columna han recibido críticas de sus cercanos por su incapacidad de ‘desconectarse’ y estar presentes aquí y ahora. Reconocer que tenemos una tremenda responsabilidad hacia nosotros y las futuras generaciones en promover un balance que nos permita tener a los cambios tecnológicos de nuestro lado parece ser un buen propósito para este 2022. ¡Buena suerte con la desintoxicación digital veraniega!