Sorprende su precisión y creatividad al responder preguntas, entablar conversaciones, escribir códigos, contratos, música y cuentos. Lo cierto es que el lanzamiento de ChatGPT ha sido un suceso mundial que ha puesto a la Inteligencia Artificial (AI) en la mirada de analistas dedicados a augurar sus insospechados efectos. ¿Será el fin de Google y de la propiedad intelectual?, ¿qué implicancias legales, éticas, políticas y sociales tendrá?, ¿será, como plantea Maggie Appleton, que internet se convertirá en un bosque oscuro desprovisto de vida humana?
Hay quienes han reflotado la discusión sobre el fin de la humanidad —ya pronosticada en el 2015 por Stephen Hawking—, como el filósofo Émile P. Torres en el Washington Post, aludiendo a que ya existen al menos 72 proyectos en todo el mundo con el objetivo de crear una superinteligencia artificial (SIA) capaz de abordar la cura del cáncer, el alzhéimer o el cambio climático, pero que también podría —accidentalmente— extinguir a la especie humana. Microsoft ya está detrás de OpenAI, empresa dueña de ChatGPT, porque el potencial transformador en múltiples sectores es explosivo y el impacto proyectado en el PIB de los países, que lideren la batalla por las patentes, es impresionante. Pese a lo anterior, los riesgos son evidentes.
Según el escritor Kai-Fu Lee, la AI podría destruir la única ventaja económica de los países en vías de desarrollo: la mano de obra barata ‘generando una concentración de la riqueza en manos de unas pocas empresas chinas y estadounidenses’. En conversación exclusiva con el propio ChatGPT destacó los efectos probables en desigualdad económica y social, asegurando que los países en desarrollo tienen menos recursos y capacidades para desarrollar e investigar esta tecnología de manera independiente. ¿Y las consecuencias políticas? ‘Puede utilizarse para vigilar a la población, fomentar la propaganda y manipular las elecciones’, planteó. Con una AI masificada surgen riesgos en privacidad, seguridad y gobernanza. Por lo mismo, ChatGPT plantea la necesidad de una regulación ética y de la promoción de una educación en AI asequible para todos.
Vamos a interactuar con máquinas sofisticadas y será titánico distinguir quién o qué está detrás, por lo mismo y como dijo Jeremías Jara, docente chileno de la red IdeoDigital, frente a un mundo gobernado por AI, urge desarrollar pensamiento crítico, creatividad y habilidades digitales en los estudiantes. ¿Cuánto resistirán los diseños económicos, sociales y políticos con la disrupción que creará la AI? ‘Es difícil de prever, pero probablemente aquellos diseños institucionales que sean flexibles y adaptables a los cambios o los que promueven equidad e inclusión serán más capaces de sostenerse’, puntualizó ChatGPT.
Columna publicada en El Mercurio