¿Qué permanecerá en Chile después de los movimientos sociales que nos cambiaron tan drásticamente la escenografía y el elenco?, se preguntaba Cristóbal Bellolio en una ponencia que tuve la oportunidad de oír. Planteaba cómo la política identitaria funciona como música de fondo al poner el acento en aquellos liderazgos que han vivido una experiencia vital similar a la mía por sobre aquellos que solo pretenden representar mi pensamiento.

Para muchos, la cuarta ola feminista se desencadenó con el movimiento #MeToo (2017) en donde fuimos millones las que nos identificamos con esas historias de abuso. Luego en el 2019, con el colectivo Las Tesis, hubo un nuevo efecto reivindicador que solo aumentó esa fuerza masificadora, sacando al feminismo de su tradicional espacio de minorías. Hoy, por primera vez, las mujeres están virtualmente coordinadas en torno a un pacto que las identifica como grupo (sororidad). Muchas además se sienten víctimas de un sistema que las vincula con la lucha de otras minorías que aspiran a establecer una ética del cuidado en la construcción de una sociedad más solidaria e inclusiva. Esta ‘marea feminista’ ha tenido un eco impresionante en las nuevas generaciones que hoy abogan por una educación no sexista y un trato equitativo; exigiendo la revisión de los contenidos educativos para eliminar estereotipos y cuestionando prácticas históricas.

‘La cuarta ola es la expresión más frondosa, beligerante y provocadora del movimiento feminista’, señala Laura Castellanos en ‘Crónica de un país embozado 1994-2018’. Resulta fundamental entonces -para entender el futuro- escuchar la voz femenina pese a que la investigación social chilena, incluidas las encuestas nacionales, han desestimado hacer desgloses de opinión por género. El proyecto Nuestra Voz asumió esta misión haciendo una escucha activa de más de 16 mil testimonios de mujeres a lo largo de Chile y con sorpresa ha encontrado que para alrededor del 30% avanzar en derechos de la mujer y equidad de género es ‘su principal prioridad’, seguidos por demandas relacionadas con igualdad y justicia.

En 1969 Herbert Marcuse escribió que la revolución de las mujeres era la más trascendente en la historia de la humanidad y que era irreversible. En la misma línea, el filósofo italiano Norberto Bobbio afirmó que el mejor termómetro para medir el grado de civilización de un pueblo es la situación de sus mujeres. Es entonces fundamental que quienes tienen la misión de pensar el futuro del país escuchen con atención a las mujeres que lo habitan, porque -pese a la sordera de muchos- quienes entiendan sus prioridades conectarán mejor con una de las claves fundamentales de esta nueva escena.