Suficiente tinta se ha gastado en plantear las acciones que Chile necesita para adaptarse a las amenazas del cambio climático y de la disrupción digital. En la práctica, presenciamos una deficiente capacidad de articulación y ejecución de proyectos estratégicos para afrontar el aumento de la temperatura de la Tierra; el desarrollo exponencial de la robótica, la inteligencia artificial y la transformación radical de los modelos productivos y sociales.

Efectivamente, proyectos hay —todos muy bien vociferados—, pero con poca escala y presupuesto, sin extensión territorial ni participación ciudadana y, sobre todo, con poca mirada de largo plazo.

¿Problema de presupuesto? Puede ser, pero me temo que ahora con el cobre al alza pagaremos las deudas contraídas y seguiremos con esta incapacidad de levantar la cabeza. Lo cierto es que Chile dejó de ejecutar ambiciosos proyectos y hoy define su norte al compás de las presiones sociales con medidas ‘parche’ y saludos a la bandera que —en la práctica— agudizan la insatisfacción ciudadana.

La intervención de Putin en Davos 2021, ‘El gran reseteo’, llamó la atención por plantear los peligros reales de la estratificación social, el desempleo al alza, un mercado laboral dirigido solo a la población educada, el populismo y la radicalización política, sumados al poder de las gigantes tecnológicas, que hoy compiten abiertamente con los estados democráticos. Estos ingredientes hacen que la situación mundial se vuelva ‘impredecible e incontrolable’ con riesgos de derivar en un ‘todos contra todos’.

Dar paso a la acción para dotarnos de una infraestructura mínima, básica e inteligente, es crucial para afrontar las nuevas demandas sociales y ambientales. Sin grandes proyectos innovadores y, como plantea la economista Hilary Cottam, ‘multifacéticos en su visión’, seguiremos apagando incendios que solo se multiplicarán en cantidad y complejidad, dejándonos sin herramientas reales para enfrentar el complejo escenario mundial.

Ejemplos como el proceso de vacunación dan luces de que la musculatura estatal en Chile sí existe y que faltan instancias ‘supragubernamentales’ que nos saquen del cortoplacismo y de ese interés fundacional de cada gobierno que nos lleva —cada 4 años— al mismo punto de partida. Cabe preguntarse cómo la Constitución asegurará mecanismos (¿o una institucionalidad?) que ayuden al Estado a sostener una visión estratégica, asegurando un mínimo de iniciativas con mirada adaptativa y ciudadana, que excedan al gobierno de turno.