Pintado por humanos, escrito por humanos, producido por humanos, NO por Inteligencia Artificial (IA) son sellos que hoy surgen tímidamente en el mundo. Textos, producción musical y audiovisual, diseños arquitectónicos, pinturas, código informático y en general labores creativas y de inventiva humana buscan formas de sobrevivir. Surgen así negocios como la startup By Humans que -aprovechándose de las nuevas regulaciones surgidas en la UE- está abocada a certificar productos sin intervención de IA.
Mientras el desplazamiento laboral ya es evidente en las industrias creativas, la huelga del Sindicato de Guionistas de EEUU es un buen ejemplo de un movimiento organizado con el fin de limitar el uso de la IA en una actividad en particular.
Y en otra cara del debate, está el interés por frenar la hiperconectividad. Si bien el acceso a internet es clave para el desarrollo económico de las comunidades, la discusión sobre ´no iluminar´ algunas zonas se hace presente, principalmente ligada al turismo de lujo, y asociada al concepto de detox tecnológico (en Chile, las Torres del Paine), pero también para grupos que adhieren a movimientos “slow tech” (desconexión consciente).
En educación, la reciente publicación de ‘La generación ansiosa’ de Jonathan Haidt enciende nuevamente las alertas con la aparición de la primera evidencia científica sistematizada sobre el impacto negativo de celulares y redes sociales en la salud mental de los niños. Se espera que esta evidencia sea clave para prohibir o restringir el uso en menores de edad, algo que ya está ocurriendo en múltiples comunidades educativas del planeta.
Mientras tanto, el establishment tecnológico está más enfocado en generar superhumanos que en resolver los problemas sociales y ambientales que nos aquejan, bajo la promesa de lograr un upgrade de nuestras dimensiones intelectuales, cognitivas y físicas, al delegar más y más espacios de creación y de decisión en los algoritmos. Como contrapunto, ya resuena en Silicon Valley el concepto de “degradación humana” que dio pie a la creación del Centro para la Tecnología Humana, cuya misión es realinear la tecnología para “que respete nuestra atención, mejore nuestro bienestar y fortalezca a las comunidades”.
En la batalla por rescatar lo humano (algunos dirán “rescatar a la humanidad”) pese a las muchas cartas firmadas y discusiones, la resistencia organizada recién está dando frutos. Juegan en contra de estas posturas la rapidez de los avances, el escaso conocimiento digital de la población y de nuestros líderes y el impresionante poderío económico de la industria tecnológica. Pese a ello, aparecen las primeras legislaciones robustas (como la UE) que se espera actúen como contrapeso. Dado este escenario, es fundamental educar a las actuales generaciones en el uso responsable de las herramientas digitales, promoviendo la búsqueda de sentido y propósito al desarrollo tecnológico para que redunde en beneficios positivos para el planeta y los seres que lo habitamos.
Mónica Retamal F.
Directora Ejecutiva Fundación Kodea