We live in a world of worries. Así comienza el informe sobre Desarrollo Humano 2021-2022 del PNUD ‘Tiempos inciertos, vidas inestables’ que destaca que la inseguridad y el sufrimiento se han extendido planetariamente y 6 de cada 7 personas lo evidencian en aspectos concretos de su vida, gatillados por la crisis climática, las transformaciones sociales y la polarización, amplificada exponencialmente por las tecnologías emergentes. Esta sería la generación humana expuesta al mayor volumen de noticias negativas en la historia de las mediciones y —aunque en otras épocas hemos enfrentado enfermedades y guerras— la actual confluencia de presiones planetarias desestabilizadoras genera un significativo deterioro de la salud mental.

Las nuevas generaciones —que como telón de fondo se preguntan cómo se puede disfrutar de la riqueza material a expensas del bienestar mundial— lideran el aumento viral de movimientos como la Gran Renuncia y Renuncia Silenciosa (que llama a hacer ‘sin sobreesfuerzos’ solo el trabajo para el que se fue contratado). Solo en la primavera de 2021, 33 millones de estadounidenses dejaron sus empleos, situación que desafía a las empresas a cumplir con un nuevo conjunto de expectativas con foco en el bienestar integral, flexibilidad, confianza, sentido de propósito y pertenencia. No hay respuestas fáciles.

El Informe del PNUD plantea que para enfrentar la sensación persistente de pérdida de control y el deterioro de las instituciones es clave centrarse en políticas de inversión, con foco en lo local. Ejemplo de ello podría ser la adaptación territorial para hacer frente al cambio climático; los seguros, ampliados a todo nivel y centrados en servicios básicos y universales; y la innovación económica, cultural y sobre todo social, para abordar temas como la desinformación y el combate a las fakenews y retos imposibles de imaginar.

Recientemente, el Parlamento Europeo aprobó la ley de Derechos Digitales, que considera —entre muchos temas— medidas contra la desinformación. António Guterres, secretario general de la ONU, destaca la urgencia de combatir el impacto que están generando las plataformas digitales en la convivencia mundial. ‘Las redes sociales basadas en un modelo de negocio que monetiza la ira y la negatividad están causando un daño incalculable a las sociedades (…). Nuestros datos se compran y venden para influir en el comportamiento. Necesitamos marcos reguladores para cambiar esta situación’.

Hemos pasado desde un escenario VUCA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo), a uno BANI (Frágil, Ansioso, No lineal e Incomprensible). Y pese a que tenemos muchas más herramientas que cualquier generación humana, no existe magia tecnológica capaz de sustituir a un liderazgo adecuado, a la acción colectiva y organizada y el desarrollo de confianza a todo nivel. Solo lo humano, con toda su fragilidad, es lo que nos puede ayudar a enmendar el rumbo.

Columna publicada en El Mercurio