Quienes trabajamos ligados al mundo de la innovación y la tecnología miramos con desconcierto los dimes y diretes de nuestra élite dirigente. La polarización actual nace de una simplificación de la realidad tan absurda como negacionista.

De este lado, hace rato asumimos la complejidad de los problemas y llevamos años mejorando las metodologías de trabajo —que dan cuenta de que el CÓMO es igualmente importante que el QUÉ—, profundizando el enfoque colaborativo y sistémico para abordar todos los desafíos.
Pienso en que deberíamos transferir ese aprendizaje al mundo político, pero no avanzo intentando resolver cómo innovar con el estado en que tenemos al Estado, ni cómo hacerlo, sin una consensuada visión de largo plazo. Para mí, los dos problemas de fondo del Chile del siglo XXI.

En estos días me sumergí en un mar de posteos, columnas, entrevistas y documentales, para intentar ‘problematizar’ mis conclusiones sobre nuestra tragedia nacional (50 años). Me distraigo buscando algo de aprobación en Twitter (perdón, X) y pierdo una hora que realmente no sé dónde se fue. Retomo esta columna indignada con mi deteriorada capacidad de sostener pensamientos profundos. Me pregunto si esa dificultad será la que está afectando a nuestros líderes, de quienes hace rato solo obtenemos titulares. ¿Será que se quedan atrapados en su Instagram? La dictadura del storytelling lo inunda todo. Byung-Chul Han en su libro ‘La crisis de la narración’ describe ese fenómeno del mensaje emocionado y emocionante sin profundidad que uno tras otro, como una marejada interminable, nos deja en completa inacción.

Pienso en cómo hace tiempo claudicaron los grandes sueños para Chile y en que llevamos más de una década pegados en el ‘HAY QUE’. HAY QUE desarrollar la industria del litio y la del hidrógeno verde; HAY QUE resolver los problemas de la salud en Chile. Ni qué hablar de las crisis climática, alimentaria, hídrica, de migración… No veo a nadie haciéndose cargo de esos retos sistémicamente (ni tampoco profesionalmente).

La esperanza flaquea, pero me aferro a una frase que recibí por WhatsApp (no logré dar con su autora): ‘Si veo oscuro, mayor razón para iluminar’. Vuelvo a la carga. Si incorporamos metodologías de innovación y agilidad, podríamos al menos lograr un pacto por el desarrollo trabajado y adherido transversalmente. Podríamos incluir como condiciones habilitantes la seguridad nacional y la necesidad de un Estado moderno y ágil. En ese nuevo pacto privilegiaríamos el futuro de nuestros hijos, con educación pertinente y de calidad. ¡Me entusiasmo! Así como importantes empresas creadas en Chile —algunas ya unicornios— obtuvieron su primer respaldo desde el Estado, ¿por qué no fomentar que el ecosistema de innovación aporte esa visión de vuelta?

Me dan ganas de finalizar hablando sobre nuestra falta de comunidad y compasión, pero de seguro pueden googlearlo o discutirlo con ChatGPT. ¡Viva Chile!

 

COLUMNA DE MÓNICA RETAMAL PARA EL MERCURIO